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Día: 16 de octubre de 2014

Perder un valle

Perder un valle

El domingo pasado a la mañana sonó mi teléfono y al atender era mi hermano para decirme que el refugio Neumeyer se había incendiado. El trabaja ahí en invierno por lo que se enteró temprano, antes que trascendiera. Recibí la noticia con sospresa y tristeza, Challhuaco es un lugar caro a mis sentimientos por ser destino frecuente de las salidas de domingo desde que tengo recuerdos. Desde mi casa, el refugio está más cerca que Catedral o Llao Llao, por lo que siempre era una opción.

Estuve a punto de subir ahí mismo pero me contuve y honré un compromiso que tenía para el mediodía. A la tarde, liberado, subimos a ver qué había pasado. Al llegar nos sorprendió encontrar no solo el refugio quemado, sino también una topadora y el depósito del refugio, sin que hubieran árboles quemados entre unos y otros. Habían algunas personas dando vueltas y la sensación era de incomodidad, de que había ocurrido algo más que un simple incendio.

Sacamos algunas fotos y volvimos a casa. Para ese entonces ya se sabía que unas seis personas habían amenazado al refugiero y su esposa con armas y luego incendiaron el refugio, el depósito y las máquinas, al tiempo que reivindicaron la lucha mapuche. Más tarde y los días siguientes comenzaron largas idas y vueltas de acusaciones cruzadas entre el Club Andino, Parques Nacionales y las organizaciones mapuches:

Fue intencional el incendio que consumió por completo al refugio Neumeyer
Incendio del Neumeyer: «más allá de la reivindicación no dejan de ser delincuentes»
Organizaciones mapuche piden que se investigue y hablan de un posible «autoatentado»
«No pertenecemos a la organización que se atribuye el hecho», aclaró la comunidad Maliqueo
La idea de un «auto atentado» en el Neumeyer «no resiste mayor análisis»
Para legisladores radicales el ataque tuvo motivos «más reaccionarios que revolucionarios»
El Club Andino reconstruirá el refugio Neumeyer

Reflexiones de estos días:

Este incendio es más que el incendio de un refugio y algunos elementos más. Es el principio de la pérdida de algo más grande. El Club Andino Bariloche perdió un refugio y la gente perdió un hermoso valle. La comunidad Maliqueo no reclama solo el espacio donde asientan sus casas, sino toda el área del Challhuaco. Lo han hecho explícito en dichos y en hechos. Sobre esto último, ya son notorias las huellas de troncos de lenga que bajan de los cerros Ñireco y Challhuaco. No son para leña, son para aserrar y vender en la ciudad. También, si uno recorre el bosque en el triángulo entre el refugio Neumeyer, la Laguna Verde y el Mirador del Ñirihuau, es posible encontrar numerosos senderos y huellas de vacas y caballos circulando libremente por lo que era, hasta hace unos cinco años, un bosque bastante libre de impacto.

El valle del Challhuaco hace tiempo que dejó de ser un lugar tranquilo de esparcimiento. Antes (y con esto me refiero de 10 años hacia atrás) era posible dejar el auto en cualquier parte del camino y disfrutar de un día tranquilo. Ahora uno va y no sabe si cuando regresa encontrará el auto sano. Han habido robos a vehículos y hasta asaltos a mano armada. Entrando al bosque se escuchan las motosierras y si se tiene la mala suerte de cruzarse con alguna camioneta o camión llevando troncos, lo más probable es que reciba alguna mirada amenazadora. Si encima uno anda filmando o sacando fotos, puede que incluso le muestren un arma de fuego (1).

¿Cómo sucedió esto? Hace poco más de una década gente relacionada con la Municipalidad de Bariloche le dijo al Intendente del Parque Nacional Nahuel Huapi «liberame una zona o te prendo fuego el parque» (2). Esa zona es Challhuaco y es la razón por la que no hay un guardaparque en el acceso, cruzando el arroyo Ñireco.

El incendio del refugio en circunstancias dudosas complica al Club Andino, a Parques Nacionales y al concesionario. Sin refugio la gente no se animará a dejar su auto o, si ocurre lo mismo que en Jakob, la comunidad Maliqueo cobrará un estacionamiento o peaje para subir. En estos casos, si uno se niega argumentando que son tierras públicas, recibirá la amenaza velada de no encontrar el auto en condiciones al regreso, tal como ha ocurrido en Jakob y en Ñirihuau, otro espacio antes público y con guardaparque que ahora está ocupado por una comunidad que cerró el camino con una tranquera que dice «propiedad privada».

Sin concesionario el camino dejará de tener mantenimiento. Este verano se podrá subir, pero en cuando llegue el otoño y la tierra se convierta en barro y con la nieve caigan los árboles sobre el camino, quedará inutilizado. Parques Nacionales no dedicará esfuerzo (hoy no lo hace) en reparar un camino donde es visto como una potencia colonizadora y el Club Andino no tiene la capacidad de hacerlo. Lo tenía el concesionario, que había comprado una máquina con su propio dinero para mantener transitable el camino para trabajar todo el año. Quemando la máquina se aseguraron que ese camino público desaparezca.

Sin el camino el valle dejará de ser visitado y quedará a merced de la comunidad Maliqueo, quienes podrán contar con un gran bosque de lengas para talar y ciervos para cazar, mientras sus vacas pastan en los mallines que albergan a una rara especie de rana.

También 30 familias quedaron sin trabajo el domingo pasado, desde el refugiero hasta el concesionario, pasando por agentes de viajes, cocineros y choferes de lo que era una pequeña empresa barilochense.

Espero que todo esto que escribo solo sea pesimismo infundado, pero la sensación de impotencia que tengo yo y mucha gente con la que hablé no aligera esta carga. Los responsables están identificados, pero dudamos mucho que la Justicia haga algo porque sería iniciar un conflicto que ningún funcionario quiere afrontar. Las cosas se irán diluyendo con el tiempo y la gente irá olvidando el incendio, el refugio, la Laguna Verde y el bosque de lengas.

Y es así como lentamente vamos perdiendo lo que es, era, de todos.